“El ciclo menstrual es un ciclo de energía creativa femenina expresada en todas sus formas. Por desgracia, solemos tener dificultades para comprender exactamente qué significa ser creativas y cómo aplicar esa habilidad a las actividades de nuestra vida cotidiana”.  Miranda Gray, Las 4 fases de la luna roja.

Toda mujer, por el solo hecho de serlo, es portadora de una riqueza intrínseca a su naturaleza femenina que, en su etapa menstrual, le permite viajar cíclicamente a través de distintas fases muy diferenciadas. Hasta no hace mucho tiempo, esta cualidad de lo femenino era totalmente incomprendida y se interpretaba como desequilibrio e, incluso, locura. Todas (y todos) somos herederas de ese estigma de lo femenino, que necesita ser trascendido para nutrir no solo la identidad individual de cada mujer en particular, sino también a una humanidad que, podríamos decir que de manera global, ansía crecimiento y evolución.

Si imagino lo que habría supuesto para mí el haber conocido desde mi pubertad las distintas fases del ciclo menstrual y su significado, estoy segura de que mi vida habría sido distinta. Habría sabido reconocer y potenciar en mí cualidades que pasaron desapercibidas o fueron malinterpretadas, y habría podido ponerlas al servicio tanto de mí misma como de los demás. No obstante, todo tiene una razón de ser y sobra la queja. Mi experiencia personal y la de todas las mujeres (y hombres) que me precedieron, ha sido necesaria para llegar adonde ahora estoy, y desde aquí puedo ahora respetar y valorar cada uno de los momentos de esa cadena evolutiva.

Hablemos de sexo; de sexo en relación  a las 4 fases del ciclo menstrual, siempre teniendo en cuenta que la recomendación es la autoobservación libre de esquemas, y no el meter con calzador el sentir de cada mujer en ningún análisis previo.

Dicho esto, la primera fase, postmenstrual, está asociada a la primavera, a la luna creciente  y a los arquetipos de la Doncella y la Arquera. Es la más “masculina” de las fases, y  se caracteriza por favorecer el dinamismo, la capacidad analítica e intelectual,  la productividad laboral y el entusiasmo. En esta fase, la mujer está orientada  hacia el mundo exterior, y se potencian su seguridad personal y voluntad de acción (esa sensación de que “puedo con todo”). A nivel inconsciente, esta etapa nos conecta con la infancia y adolescencia y con el despertar sexual.

Una mujer bien enraizada en esta  fase vivirá el sexo con curiosidad, libertad y valentía. Físicamente, se sentirá más atlética y fuerte que en otros momentos de su ciclo, lo que  puede permitirle disfrutar de auténticos maratones sexuales. Estará bien dispuesta para el encuentro con la novedad, y tendrá tendencia a llevar el timón. Esto se refiere no solo a la sexualidad manifiesta como tal, sino también a las creencias sobre la misma y a la imaginación que pueda desarrollar al respecto. Esto quiere decir que en esta fase la mujer estará más abierta a revisar creencias y a salirse del “dogma” establecido o aprendido.

La segunda fase, ovulatoria, está asociada al verano, a la luna llena y al arquetipo de la Madre. Aquí, la mujer está especialmente enfocada en los vínculos  y relaciones, con tendencia a nutrir y cuidar de los demás. Le apetece salir y establecer contactos personales donde poder expresarse y manifestar su energía. Tiene una gran capacidad para empatizar y captar las necesidades de las personas que la rodean. La seguridad física de la fase anterior se transforma aquí en fuerza emocional. Es optimista. Mira el mundo con gafas color de rosa. Y, como la luna llena, esta fase provoca en la mujer una especial irradiación, que los demás perciben inconscientemente.

La sexualidad de esta fase se caracteriza por la habilidad para la comunicación y el contacto emocional. Priman las emociones “positivas” y la facilidad para disfrutar y expresar gratitud y aprecio. La mujer, especialmente capacitada para interpretar las necesidades ajenas, se muestra cariñosa, generosa y maternal en sus caricias. Está más dispuesta para dejarse llevar que en la fase anterior, y tiene más paciencia y aceptación. Al mismo tiempo, inclinada a la extroversión, se siente dichosa por poder expresar sus sentimientos de amor y gratitud.

La tercera fase, postovulatoria, está asociada al otoño, a la luna menguante y a los arquetipos de la Chamana y Hechicera. Las habilidades de la etapa anterior para la extroversión  y la paciencia hacen mutis por el foro en esta fase, caracterizada por un descenso gradual de la energía física y las capacidades de concentración y de memoria. La energía de la mujer empieza a viajar hacia el interior, hacia el inconsciente, y puede sentirse abrumada por las necesidades ajenas y por su incapacidad para sostenerlas. Aumentan su visión e inspiraciones, habitualmente en forma de flases, lo que puede llevarla a comportamientos impulsivos en los que siente la imperiosa necesidad de “separar el grano de la paja”. Se dificulta la capacidad de pensar de forma estructurada, al tiempo que se acrecientan las intuiciones y las ideas brillantes. Esta combinación puede producir en la mujer frustración e irritabilidad. Sin embargo, es fuente de pasión y creatividad, e induce el reconocimiento de oportunidades ocultas y sincronicidades.

La sexualidad en esta fase es impulsiva e intensa.  La mujer tiende aquí a canalizar con facilidad su instinto animal en una sexualidad salvaje y apasionada, y su intensidad, aún resultando muy atractiva, puede asustar un poco. Tiene facilidad para liberarse a través de sus gestos de viejas cargas emocionales, con el deseo implícito de generar transformación. Puede llorar con facilidad, aunque no sepa explicar el porqué. Es especialmente creativa y sorprendente, y, a pesar de la inmensa fuerza que suele transmitir, puede sentirse muy vulnerable.

La cuarta fase, menstrual propiamente dicha, está asociada al invierno, a la luna nueva (o luna negra) y al arquetipo de la Anciana, la quietud y la muerte. Si la fase anterior nos invitaba a desacelerarnos, aquí toca detenernos. Es un tiempo para el silencio, para escuchar la voz interior. El interés de la mujer por el mundo exterior y la productividad desaparece por completo, y su conexión con el subconsciente se fortalece al máximo. Es el tiempo que la vida le concede para la identificación de sus necesidades profundas, sin juicios ni críticas. Esta fase requiere descanso físico y mental; una profunda relajación que le permita a la mujer comprender, inspirarse y renovarse.

La sexualidad de esta fase se caracteriza por la sensibilidad y lentitud. Los sentidos, volcados hacia el interior, maximizan lo sutil y se abren a apreciar aromas y texturas. Desaparecen las expectativas, y se favorece el encuentro en el aquí y ahora. La tendencia natural de esta fase llevará a la mujer a vivir su sexualidad de forma relajada; como una meditación en la que suelta el control de la mente para conectar profundamente con su cuerpo. Las puertas de la espiritualidad se abren de par en par, y la sexualidad puede vivirse fácilmente como una experiencia mística.

Conocer las diferencias entre las cuatro fases del ciclo menstrual facilita la comprensión de los cambios en los estados de ánimo y comportamiento de las mujeres, y nos permiten, además, valorar la riqueza implícita que este ciclo representa. Lejos de significar un desequilibrio, representan un don de lo femenino, que favorece la comprensión de los ciclos naturales de la vida. Acompañar estas fases con una sexualidad consciente, dignifica la naturaleza de la mujer y favorece la escucha para incorporar la información que el ciclo proporciona.

La descripción de estas cuatro fases del ciclo menstrual es a modo de mapa orientativo, para ayudar a la mujer (y a toda persona interesada) a comprender los cambios y riqueza que contienen. Sin embargo, es importante tener en cuenta que cada mujer es un mundo y no debería ajustar su realidad individual a dicho mapa, sino más bien al contrario, servirse de él para aprender a reconocer e identificar su propio ciclo personal.

¡Que lo disfrutes!